viernes, 21 de abril de 2017

Concurso "Vamos a tratarnos bien"


¡ENHORABUENA!


Ioan Andrés García Popescu, alumno de 1º ESO ha quedado finalista en el XVIII Concurso Literario “VAMOS A TRATARNOS BIEN” con su relato "No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran" (sobre acoso escolar) 



Y este es su relato:

No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran

Érase una vez un niño, que vivía en un pequeño y bonito pueblo en las montañas. Iba a un colegio en el que apenas había 15 alumnos, que eran 6 de primero, 3 de segundo, 4 de tercero, una niña de quinto y él, en sexto, y todos estudiaban con la misma maestra. La niña de quinto era su mejor amiga desde los tres años, pero ese curso se tuvieron que separar porque él empezaba el instituto.
El más cercano estaba a 20 kilómetros de su pueblo, así que el chico se levantaba a las cinco y media, desayunaba, se duchaba, se vestía, montaba en su bicicleta y salía para llegar a tiempo a clase. No estaba nervioso, seguía siendo el mejor de su clase y todo iba bien hasta que un día, después del recreo, se chocó sin querer con un chico más grande que él, acompañado por otros dos de la misma altura. Él pidió disculpas, pero el chico matón no se quedó a gusto, le quitó las gafas y se las tiró. Pero un niño fue a por sus gafas 

y se las devolvió; ese niño era yo. Le pregunté cómo se llamaba y me respondió que Diego. Teníamos la misma edad, pero íbamos a clases diferentes.
Al salir del instituto, se dio cuenta de que su bicicleta no estaba donde la había dejado, y se echó a llorar. Le ofrecí llevarle en el coche de mi padre, y así lo hicimos. Diego dijo que íbamos a perder mucho tiempo por llevarle, pero en coche no tardábamos tanto. Luego le explicó a su madre que su bicicleta se había roto, porque no quería que supiese lo que de verdad había sucedido. Mi padre y yo llegamos a casa un poco más tarde pero seguimos nuestro horario normal y nos dio tiempo a todo ya que yo tenía pocos deberes esa tarde.
Al día siguiente los niños volvieron a meterse con él y la bicicleta que su padre le había prestado también desapareció. Diego ya no supo qué explicarle a su madre, pero tampoco quería contarle la verdad y creo que ella fue a hablar con el tutor. Yo le comenté que tenía unos primos en segundo y que podían ayudarle y mi amigo contestó que no quería que les hiciesen lo mismo que a él, y que algún día seguro que se arrepentirían y le pedirían disculpas. Yo dudé de que eso sucediese, pero él tenía esperanza y lo respeté.
Pasaron ya dos trimestres y ocurría todos los días lo mismo, menos lo de la bici, que la aparcaba en un parque más alejado para que no la vieran los matones. Parecía que Diego se había acostumbrado a esta situación y no se hartaba, pero yo estaba harto de ver como tres matones, para creerse mejores y destacar en el insti, abusaban de uno más débil, con empujones, insultos y todo tipo de humillaciones.
Un viernes, en el recreo, cuando le dijeron que por qué no venía su madre a defenderle, haciéndole burla, llamé a mis primos sin decirle nada a Diego, y les pedí que detuvieran a esos abusones. Y mis primos Sergio y Fernando, de tercero de la ESO, les cogieron e inmovilizaron a los tres, y les preguntaron qué problema tenían con Diego. Los malos dijeron que no era su asunto y que no se metiesen. Sergio y Fernando forzaron más las retorcidas de brazo y le dijeron a Diego que les pegase, pero este contestó que pagarles con la misma moneda no era la solución, que solo quería oír sus disculpas y que le devolviesen las bicis. Y así fue, no volvieron a meterse con él, pero yo creo que no porque se hubiesen arrepentido, sino por miedo a mis primos.
Pasó ya un año y Diego sacaba las mejores notas de su clase y siempre iba en bici, feliz y tranquilo. En verano yo iba algún día a su casa a dormir y él a la mía. Me presentó a Maripuri, su amiga del pueblo, y al principio me asombró que una niña de doce años tuviese ese nombre, pero pensé que así era en los pueblos y ella me dijo que la podía llamar María.
Al año siguiente Diego y yo estábamos en segundo y María en primero. Los abusones empezaron a meterse también con ella pero Diego les dijo que era su amiga y salieron corriendo; él se reía y María estaba asombrada de cómo Diego podía intimidar a tres abusones. Él dijo que era una larga historia que preferiría no recordar.
Pero un día los tres cantamañanas, como les habían apodado mis primos, encerraron a Diego en el baño con una cuerda atada desde el pomo de la puerta hasta un enganche que había cerca. Dijeron que nadie le iba a ayudar esta vez, pero yo los vi y llamé a un profesor quien, después de abrirle, se lo comunicó al director del instituto y este los expulsó a los tres por un mes. Los padres de los cantamañanas consiguieron meterlos en otro instituto de la zona por ese tiempo. En ese nuevo instituto la gente era más alta y grande, y la mayoría llevaba vestimenta gótica. Y cuando los nuevos fueron a sus taquillas, se les encararon tres chicos de su misma edad, les empujaban con el pecho y les miraban por encima del hombro mientras lo hacían. Tuvieron que soportar esto durante el mes que estuvieron allí, y se dieron cuenta de lo que hacían sentir a los más pequeños, con los que ellos mismos se metían. Otras personas seguirían metiéndose con la gente por creerse más fuertes, pero ellos ya no, porque no eran malos del todo y Diego lo sabía y pensaba que se arrepentirían algún día.
Cuando volvieron a nuestro instituto tenían cara y actitud humilde, ya no eran los malos, y ahora se hacían respetar de verdad, no como antes. En el recreo fueron pidiendo perdón de uno en uno a la gente que había sufrido por su culpa, y fueron perdonados, porque casi todos pensaban como Diego.
Gracias a esta historia, mi amigo fue elegido como alumno ayuda. Nadie se mete ya con nadie en nuestro instituto, y eso es gracias a él. Lo importante de esta historia es que enseña que no debes hacer a otros lo que a ti no te gustaría que te hicieran.



DESPEDIDA DE EVA, LA LIBRERA

La despedida de Eva, la librera
"No son superventas, son recomendados", este mensaje lucían los libros dedicados a sus clientes. Eva Mata cierra por jubilación su librería de la calle Torrecilla tras 18 años de amor a la palabra escrita
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La calle Torrecilla es una suerte de gran superficie parcelada en pequeños establecimientos en los que se puede uno vestir, calzar, llenar la nevera, amueblar el hogar, arreglar la casa, expandir el alma con libros y cultivar el cuerpo en su academia de baile o en su gimnasio. Ese gran bazar perdió ayer su librería, la de Eva, por jubilación.
Ya no tendrá que aclarar que «no se hacen fotocopias, no es una papelería» ni romperse la cabeza cuando le piden «un libro azul». Después de 18 años, Eva Mata cierra para empezar a leer «por gusto».
Su vida laboral está unida a los libros. Jefa de la librería de Galerías Preciados, lo dejó cuando pasaron a manos de El Corte Inglés. Decidió dedicarse a lo que le gustaba por su cuenta. «Torrecilla está llena de tiendas pequeñas. Nos llevamos bien todos e hicimos una asociación», recordaba la víspera de su despedida. «Este es uno de esos trabajos que si te gusta, pagas por hacerlo. Te permite un contacto cercano con la gente;durante estos años he hecho muchísimos amigos y estar en algo que me encanta».

Optó por hacerse con una librería generalista, «Valladolid es pequeña para librerías especializadas», con sus «novedades, libro infantil y manteniendo un poco de fondo». Si hace memoria, los más vendidos de estos años han sido Stieg Larsson, los ‘Harry Potter’, Ruiz Zafón y ‘El códigoda Vinci’. «Curiosamente vendí muchísimos ejemplares de ‘Es fácil dejar de fumar si sabes cómo’ así como de los ‘Rincones con fantasmas de Valladolid’ o ‘El tiempo entre costuras’, de María Dueñas». Pero de lo que más orgullosa está es de las recomendaciones personales que a partir de la intuición crearon un vínculo personal con ciertos clientes. «Ya cuando recibía las novedades las pensaba para algunos clientes. He recomendado y vendido mucho ‘Elúltimo encuentro’, de Sandor Marai, ‘84, Charing Cross Road’, ‘La sociedad literaria y el pastel de piel de patata’, Szymborska, Donna Leon o Fred Vargas. También me gusta mucho James Salter y lo he vendido bastante», dice Eva. Aunque a renglón seguido hace la siguiente consideración: «¿Quién es una para negarle un título a nadie? Empecé teniendo el libro de Belén Esteban en un rincón, porque se empeñó el distribuidor y acabé reconociendo que si mi público lo quería no tenía que ir hasta el Carrefour a por él. ¿Qué pasa por tener a Ruiz Zafón si te paga la renta? Otro fenómeno curioso ha sido las ventas de ‘Patria’, algunas señoras venían por recomendación de Jorge Javier Vázquez en el ‘Sálvame’. Nunca se sabe».
                                    EL NORTE DE CASTILLA , 27-3-2017